Mariano se niega a firmar

Panghuitruz Gner (zorro cazador de pumas), era conocido por los cristianos como Mariano Rosas. Es que cuando era joven estando, junto a otros amigos, fue tomado prisionero por soldados que lo llevaron a presencia del Gobernador de Buenos Aires, el Brigadier General Juan Manuel de Rosas.

Enterado que se trataba del hijo del cacique ranquel que mandaba en Leubuco, Rosas lo hace bautizar y sale de padrino imponiéndole su apellido al ahijado. Lo manda a la escuela y luego a su estancia “El Pino”, donde aprenderá todas las tareas rurales.

Mariano era hijo del cacique Payne con una mujer cautiva. Desde que regresó a los toldos de su padre prometió no salir nunca más de la tierra de sus ancestros. Luego que muere su padre lo elijen a él para que conduzca los destino de la tribu.

Cando el cura franciscano Fray Marcos Donatti de la Iglesia de Río Cuarto (Córdoba) quiere conocerlo, lo recibe y conversa con él. Pero cuando el fraile le pide permiso para instalar una capilla le contesta que eso tenía que consultarlo con los demás lonkos.

El cura vendrá después cuando el Coronel Lucio V. Mansilla hace su excursión (1870) para negociar un nuevo tratado de paz. Mariano conocía bien lo que había pasado con los tratados anteriores, así que no se entusiasmaba, pero como sabía leer y recibía los diarios, estaba perfectamente informado sobre los planes del gobierno nacional con respecto a la Nación Mamulche.

Cuando llegó Mansilla y su escolta, con la compañía de los curas, Mariano ya tenía planeado que pasos daría. No estaba dispuesto a pisar en falso, ni que lo pusieran en problemas con los caciques Baigorrita que estaba con su gente en el Quenque, ni con Ramón Cabral (el platero) que estaba en las cercanías de la frontera sur con San Luis.

Mucho menos quería indisponer a los otros socios de la Confederación Indígena como Calfucurá que estaba con sus paisanos allá en Salinas Grandes o con Pincén que tenía sus tolderías en los alrededores de Toay.

De tal modo que le hizo a Mansilla todos los cuestionamientos al papel con que había llegado a los toldos esperando que el lo aceptara escribiendo su firma. Además cuando sintió que el Coronel se ponía pesado y lo apuraba, convocó el parlamento y se lo hizo escuchar a Mansilla que tenía las asentaderas chatas después de estar más de diez horas sentado.

Conclusión el Coronel, visitó a Baigorrita, cosa que a Mariano no le gustó demasiado y tenía en sus planes a la vuelta pasar a visitar a Ramón, que era el más criollo de todos. Pero se tuvo que ir con los papeles sin firmar.

Era el año 1874 cuando Mariano le contesta una carta (ver texto imagen de arriba) al cura Donati explicándole con argumentos y sólidos antecedentes de lo que había sucedido con los tratados anteriores. El cristiano, tanto los jefes militares, como los proveedores que debían cumplir con las obligaciones de entregar las provisiones se habían aprovechado. Unos corriendo la frontera para avanzar con el ferrocarril y plantando fortines con soldados que ahora tenían telégrafo para las comunicaciones y contaban con armas nuevas y otros entregando mercadería en mal estado o menos de lo que estaba pactado.

La gente sufría mucho hambre por estas felonías de las que eran víctimas. Además la viruela hacía estragos, a tal punto que hasta el propio Mariano Rosas fue víctima de la enfermedad, falleciendo a consecuencia de la misma un 18 de agosto del año 1877.

Al año siguiente comenzó la denominada “Campaña contra el desierto” que había ideado el General Julio Argentino Roca, quien había sido designado ministro de Guerra del presidente Nicolás Avellaneda. En la batida final de 1879 los militares que llegan a Leubucó y lo encuentran desahabitado, deciden buscar la tumba de Mariano.

Cuando la encuentran sacan los emprendados de plata de su caballo, la rastra de plata que había lucido en vida el cacique y el cadáver es seccionado a la altura del cuello para sacar la cabeza. El cráneo es enviado de regalo al coleccionista, el abogado Estanislao Zeballos un lambrosiano entusiasta.

Después que muere Zeballos su viuda le dona (1889) al Museo de Ciencias Naturales de La Plata toda la colección de cráneos. Allí estuvo durante más de 120 años hasta que una ley nacional dispuso la restitución a sus descendientes, quienes decidieron que su mausoleo estuviese en la tierra que lo vio nacer y que lo vio morir.

Así fue que un 23 de junio del año 2001 en el paraje Leubuco se llevó a cabo la ceremonia del reentierro. El Consejo de Lonkos de La Pampa estaba presidido por Oscar Huala, descendiente del cacique Yanquetruz. Los descendientes que participaron de la ceremonia fueron Armando Rosas y su bisnieto Daniel Carra de General Acha y don Adolfo Rosas de Santa Isabel, su hermano. También lo hizo Ana María Dominguez, quien bailó una danza ranquel típica durante la ceremonia, mientras se escuchaban los cultrunes, las pifilcas y otros instrumentos de la cultura originaria del lugar.

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