María Albornoz, cuartelera del 9 de Caballería

La colonización de la región del Ichohue y la construcción del Fuerte Resina, bautizado el 25 de mayo del año 1882 como Fuerte “General Benjamín Victorica“, se llevó a cabo por las tropas comandadas por el Coronel Ernesto Rodríguez, acompañado como segundo comandante por el Coronel Sócrates Anaya.

Las tropas bajaron desde el Fuerte Sarmiento en los alrededores del Río Cuarto, provincia de Córdoba y de la Villa de las Mercedes en la provincia de San Luis. El Regimiento 10 de Infantería a cargo de Anaya incluyó al escuadrón de “Indios Amigos” del cacique ranquelino Ramón Cabral “El Platero” con sus familias.

Esto significó la presencia de la mujer en los cuarteles y sus alrededores del Fortín. El 9 de Caballería que comandaba Rodríguez, también incluyó mujeres que acompañaron a los primeros colonos (ganaderos, agricultores, artesanos) y los comerciantes proveedores del Ejército que suministraban los víveres y los “vicios” a cuenta del presupuesto del Estado Nacional.

El General Eduardo Racedo, Comandante de la Tercera columna que ingresó en 1.878 a las tolderías ranquelinas de Leuvucó y batió hasta las costas del Salado y el Colorado dijo con respecto a la participación de las mujeres en la operación de la mal denominada “Conquista del Desierto”:
 …”en campañas tan largas y penosas como las que íbamos a efectuar, en las que el soldado no tiene distracción y en las que se hace necesario proporcionarle siquiera algo más que amengüe la monotonía de sus vidas en tan apartados lugares, nada más eficaz y aparente que la compañía de la familia.” Y prosigue describiendo el rol de la mujer: “Estas mujeres solícitas para con sus maridos son injustamente juzgadas por el criterio de la generalidad, que no comprende en todo lo que vale su sublime y abnegada consagración para con los seres con quienes comparten, llenas de la más admirable resignación, las fatigas y privaciones del soldado argentino.”

Dice Vera Pichel en su libro “Las Cuarteleras” a propósito de la presencia de estas mujeres en la guerra del avance de la frontera interior: “Ellas, que fueron protagonistas, fueron también, junto con los indios, las víctimas de la Conquista”. A la presencia de la mujer se la negó por parte de un Ejército patriarcal y machista como era la rigurosa cultura militar de aquella época. Pero lo que es más injusto es que no fue una presencia muda y pasiva, sino que en no pocas ocasiones llegó a empuñar las armas para salvar las vidas de quienes vivían en los fortines y sus alrededores.

Solo se las llegó a nombrar en los partes, en los informes y en los libros que se escribieron, como “chinas”, “fortineras”, “cuarteleras” o simplemente “chusma” en forma despectiva, cuando no designándolas con motes, apodos o sobrenombres, desmerecedores, o mancillando su honor. Todo ello contribuyó a la invisibilización de su presencia en el denominado “Desierto”.

Fueron héroes, que parieron hijos en las peores condiciones que se pueda imaginar, se condujeron en muchos casos con una bravura digna del mejor soldado. Todo esto solo fue correspondido por el Ejército, dándole algunas provisiones de los denominados “vicios”, porque hasta la tierra tuvieron que pagarla, cuando decidieron quedarse con su familia a vivir en los pueblos que se fueron fundando.

Algunas de ellas han pasado a la historia como la “Pasto Verde“, “Botón Patrio”, “La Pastelera”, alude a su oficio; la “Polla Triste”  y la “Pocas Pilchas” referido a la vestimenta. “Rosa mala” o “La Tigra”, seguramente aludiendo al carácter; la “Mamá Carmen”, la “Parda Presentación” citando el color de la piel. Algunos fueron motes profundamente denigrantes como: la “Cama Caliente”, la “Pecho e’ lata”, la “Cacho Mocho” o la “Vuelta Yegua”.

Muy pocos resaltaron cualidades como “Siete Ojos”, la “Luz Linda”, “Mamboretá” o la “Trenzadora”. Dice Pichel, en el libro citado, que “Mamá Culepina quedó incluida en la historia teatral a través de la obra del dramaturgo García Velloso. “Mamá Pilar”, la “Viejita María” -mujer del soldado Rogelio Juárez- supo atender un boliche terminada la contienda, en las cercanías del valle de la Cordillera del Durazno, en el territorio del Neuquén”.

En Victorica, el pueblo más antiguo del Territorio Nacional de la Pampa Central desde 1.884, se recuerda a doña Carmen Orozco, quien llevó en sus brazos las jinetas de Sargento del Ejército Nacional, y por la curiosa discriminación de haber tenido que pagar tres veces la tierra que había ayudado a colonizar con su familia y también por su tez morena.

Doña María Albornoz, fue conocida como la “Petisa María“, seguramente por su escasa estatura. Esta mujer estuvo al momento de los años de mando militar, en el Fortín Victorica, pero luego al terminar el mismo en 1887, se alejó seguramente hacia donde estaban sus parientes o a donde la llevaron cuando llegó el licenciamiento, aquellos que la recogieron.

Aunque según el cronista de la Revista porteña “Caras y Caretas” del 10 de septiembre del año 1.910, el señor Ferrari, titular de la firma S. Ferrari e Hijo, la encontraron ocupando el campo que habían adquirido en el ejido del pueblo de Loventuel -creado en 1904- cuanto tomaron posesión del predio. Aparentemente Ferrari cuando la llevó a Buenos Aires se contactó con los diarios de aquella época porque la nota de Caras y Caretas comienza diciendo: “Hace poco la prensa se ocupó de la mujer María Albornoz”.

Según le contó al periodista, sus tareas habían sido algunas veces como lavandera y en otras ocasiones como Cantinera. Lavando la ropa de los soldados que no tenían mujer, o vendiendo bebidas, tortas fritas, pasteles y algunas otras comidas. Es sabido que en todos los Fuertes y Fortines había Cantinas, donde los soldados también jugaban a los naipes o se trenzaban en alguna guitarreada.

Unas fueron lavanderas, otras curanderas, la mayoría que tenían familia eran las cocineras. Las que no tenían familia se debían ocupar de los heridos que no tenían mujer. Estaban obligadas a participar de los bailes, como de los velorios. Por si eso fuera poco eran también caballerizas de los caballos de refresco de la tropa.

Entre los recuerdos medio confusos de la cuartelera María Albornoz pudo decirle al cronista porteño que en su infancia había vivido en Buenos Aires con una familia de apellido Reyes que la habían acogido, que tenía una hija que se llamaba Saturnina. Creía que el domicilio de dicha familia estaba situado en la calle Artes, entre Cangallo y Piedad.

El periodista no menciona edad, pero deja constancia que la “Petisa María“, habría ingresado al Ejército durante la presidencia de Sarmiento (1.868-1874) y que se había retirado aproximadamente 12 años desde el momento de la entrevista, por lo que se puede deducir que se retiró el año 1.898.

Consultando el Censo Nacional de Población del año 1.895, encontramos citada  a Albornoz, María, mujer, de 46 años de edad, lugar de origen Buenos Aires, de profesión criadora y con 8 hijos censados. Estos datos corresponden a la población rural del 7º Departamento, cuya capital era Victorica, en el entonces Territorio Nacional de la Pampa Central.

Con dichos datos y la fotografía que tomó el periodista de Caras y Caretas, podemos deducir que en ese momento doña María tenía alrededor de 61 años de edad, habiendo nacido el año 1.849.

En cuanto a la familia Ferrari, efectivamente en una de las chacras de Victorica, zona de Loventuel vivió un propietario Carlos Ferrari, supuestamente el hijo de S. Ferrari (chacra Nº 35), mientras que en la chacra Nº 43 vivía doña Primitiva Ortíz de Ferrari, supuestamente su viuda (cuando el Inspector Carlos Monet hace su inspección el año 1900 ya figura como posesoria). Ambas eran chacras de 100 hectáreas cada una según dejaron constancia los inspectores con cuyos datos se confeccionó el plano del año 1951, copiado del original realizado por el Agrimensor Ramón B. Castro, quien lo fechó y firmó en Buenos Aires el 8 de abril del año 1908.

Recordemos que el pueblo de Loventuel fue fundado el año 1904 por don Miguel Farías, casado con doña María Guadalupe Centeno, un criador de ovejas que bajó desde el sur de San Luis y se afincó en dicha comarca muchos años antes, después que la zona quedó libre de indios alzados y gauchos cuatreros.

BIBLIOGRAFIA CONSULTADA
Caras y Caretas: Revista publicada en Buenos Aires el 10 de sepbre. de 1.910
Pichel, Vera: “Las Cuarteleras” Editorial Planeta. Buenos Aires 1.994
Depetris, José Carlos: “Gente de la Tierra”. Ediciones de la Travesía 1º edición 2003

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